Está la Reina del cielo a la cruz amortecida, los sentidos muy turbados, la color desfallecida; el rostro muy afilado, la color toda perdida, el pecho muy quebrantado y la voz enronquecida; el corazón traspasado, el alma muy afligida; con su llanto doloroso a tristeza nos convida pues no vieron nuestros ojos ser madre tan dolorida, de todos desamparada, de nadie fue acorrida. El hijo que mucho amaba ya se parte desta vida; a San Juan le encomienda al tiempo de su partida.