Yo me estaba reposando durmiendo como solía, acordé, triste, llorando con gran pena que sentía. Levanteme muy sin tiento de la cama en que dormia, cercado de pensamiento que valer no me podía. Mi pasión era tan fuerte que de mi yo no sabía; comigo estaba la muerte por tenerme companía. Lo que más me fatigaba no era porque moría, más era porque dejaba de servir a quien servía. Servía yo una señora que más que a mi la queria, y ella fué la causadora de mi mal sin mejoría. La media noche pasada, ya que era cerca del día, salime de mi posada por ver si descansaría. Fuí para donde moraba aquella que más queria, por quien yo triste penaba, mas ella no parecía. Andando todo turbado con las ansias que tenía, vi venir á mi cuidado dando voces, e decía: "Si dormís, linda señora, recordad por cortesía, pues que fuestes causadora de la desventura mía. Remediad mi gran tristura, satisfaced mi porfía porque si falta ventura, de todo me perdería." E con mis ojos llorosos un triste canto hacía, con sospiros congojosos, e nadie non parescía. En estas cuitas estando, como ví que esclarecía, a mi casa sospirando me volví sin alegría.